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PERSONALIDAD, AUTOCONCEPTO Y AUTOESTIMA



Autoconcepto

El autoconcepto es la imagen que una persona tiene de sí misma. Esta imagen se basa en el conocimiento que una persona tiene de lo que ha hecho y ha sido, y sirve como guía a la hora de decidir qué hacer o ser en el futuro. El autoconcepto que se construye en la niñez suele ser sólido y puede perdurar hasta la edad adulta. Si en esta época un niño se forma una imagen negativa de sí mismo, también puede acompañarle hasta mucho tiempo después de haber abandonado la niñez. Por este motivo, puede resultar útil que los padres ayuden a los niños a formarse una imagen positiva de sí mismos.

 Los niños más pequeños tienden a usar un pensamiento de todo o nada que aplican también a sí mismos. Sin embargo, entre los siete y los ocho años los niños desarrollan sistemas de representación que les permiten integrar diferentes características de sí mismos para hacer generalizaciones más amplias. Por ejemplo, pueden decir: "Me siento muy inteligente en lenguaje, pero muy poco inteligente en matemáticas". Es decir, pueden integrar dos conceptos que parecen contradictorios (listo y tonto).

Autoestima

Los niños con autoestima alta son confiados, curiosos e independientes, confían en sus propias ideas, inician retos o actividades nuevas con confianza, se sienten orgullosos de su trabajo y se describen de forma positiva, toleran bien la frustración, se adaptan bien al cambio, perseveran para alcanzar una meta y pueden manejar adecuadamente una crítica o las burlas.

Por el contrario, los niños con baja autoestima no confían en sus propias ideas, carecen de confianza, tienen falta de voluntad, observan en lugar de explorar por sí mismos, se retraen, se alejan de otros niños, se describen de manera negativa y no se sienten orgullosos de su trabajo.

TODO ESTO FORMARÁ PARTE DE CONFIGURACIÓN DE SU PROPIA PERSONALIDAD


EL EJERCICIO FÍSICO EN LA INFANCIA

Realizar actividad física de forma regular es fundamental para el desarrollo de los más pequeños. No sólo contribuye a prevenir la obesidad infantil, sino que fortalece huesos y músculos, mejora el estado de ánimo y favorece su crecimiento, por tanto es muy importante fomentar en los niños la práctica de ejercicio.


Los padres somos quienes debemos dar el ejemplo. Ellos ven en nosotros su reflejo, con lo que si los padres son activos, los niños también lo serán.
Al hablar de actividad física, no hablamos necesariamente de la práctica de algún deporte. Se considera actividad física cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. Ello incluye los deportes, el ejercicio y otras actividades, tales como jugar, salir a caminar, saltar a la comba, bailar en casa, pasear al perro o patear una pelota.
Las recomendaciones sobre el tiempo que los niños deben realizar una actividad física son muy dispares. Hay quienes recomiendan una hora de actividad física al día para favorecer el crecimiento activo en los niños, que si incluimos caminata, juegos y otras actividades que realizan los niños es alcanzable, hasta quienes afirman que siete minutos de ejercicio intenso al día bastan para mejorar el estado de forma general.
Lo importante, creo yo, es que hagamos que los niños se muevan e inculcarles el hábito del ejercicio diario. Enseñarles que hay todo un mundo de posibilidades más allá de la tele y el ordenador, que la vida al aire libre estimula los sentidos, y somos nosotros, con nuestra compañía y motivación quienes tenemos la obligación de mostrarles esas otras posibilidades.

LA IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN FAMILIAR EN LA ESCUELA

La relación entre las familias y las escuelas tiene que partir de la participación y de la comunicación de estos dos entornos. Pues son los padres los que buscan, en la mayoría de los casos una relación más íntima entre el educador/a de sus hijos/as, una relación que en estos primeros años de vida del menor se da en el seno de cada familia, una relación que permite todo tipo de interrelaciones personales.

 Relaciones de afecto, de orientación de ayuda, de apoyo…etc., que ayudan a que el pequeño/a aprenda a comportarse al igual que lo hacen sus miembros. Pues como suele decirse: en una familia, todos educan y todos son educados.


En una familia son los padres quienes gozan de una posición privilegiada, de conseguir la autonomía de sus hijos al nivel que, consciente o inconscientemente, quieran desarrollar.
Pero no solamente pueden conseguir que sus hijos sean independientes, pueden conseguir a partir del afecto y del cariño desinteresado, que sus hijos gocen de una libertad, de una madurez y de una responsabilidad que solamente es posible si se trabaja de manera integral, y que nace del conjunto de las decisiones (más o menos acertadas) de la educación que están dando.
Las características de la relación entre Familia y Escuela son variadas. Por una parte es la familia la que tiene el derecho de educar, y también el deber de hacerlo. Los padres y las madres son los que deciden las cuestiones esenciales, sobre todo cuando sus hijos/as son pequeños/as. Del mismo modo son las familias las que escogen el centro educativo, sobretodo en etapas más elevadas como puede ser durante la Educación Primaria y la Secundaria. Ayudan a sus hijos /as a elegir los amigos y a que ellos/as se desenvuelvan en distintos contextos sociales.
Al elegir el tipo de escuela donde quieren que sus hijos/as estudien, es cuando la hacen parte importante de sus ideales, de su escala de valores y de sus objetivos educativos. Aunque normalmente no son conocidos exhaustivamente, establecen un vínculo de confianza donde la hacen responsable y la autorizan para sustituir el entorno familiar durante las horas en las que los niños/as se encuentran bajo su tutela.

Por esto la relación que se establece entre familia y escuela es tan personal y particular, que solamente cabe verla como una prolongación de la familia, y es entonces cuando cobra todo el sentido de agente educador.

En ese sentido, cada familia ha de mantener una actitud de colaboración y participación más allá de los actos sociales puntuales, o de los que tengan que ver con la información acerca del desarrollo de sus hijos/as. No deben ver esta colaboración con la escuela como una carga extra de trabajo personal, si no como un proyecto común de educación cuyo beneficiario principal a corto y a largo plazo será su hijo/a

Las consecuencias de los estilos educativos de los padres y madres, las relaciones, sus estilos de vida, la comunicación entre sus miembros… crean una cultura familiar que será decisiva en el proceso de maduración de la persona que empieza desde los primeros años de infancia y se mantiene a lo largo de toda la vida. Esto será la clave de los referentes en la toma de decisiones, resolución de conflictos, motivación personal… Cuando no se produzca un acuerdo sobre cómo y para qué educar, se creará una disfuncionalidad en la relación Familia-Escuela, y esto será el anuncio de un proceso educativo del mismo modo disfuncional.
Por eso una escuela no puede limitar su actividad al horario de clases, y mucho menos una Escuela Infantil. Un profesional de la enseñanza no puede ver el horario de clases como un horario laboral, si no que su profesionalidad le ha de llevar a esta intervención familiar fuera del horario escolar, mucho menos un profesional del sector infantil. Porque en los primeros años, las familias necesitan una relación de confianza mucho más íntima y sus necesidades cambian mucho más rápido.

La implicación de los padres y madres dentro de las escuelas infantiles va más allá de una inversión de futuro. El hecho es que son un recurso importante para los niños/as.

Mercedes Rodrigo 
Para la U.V.